Las clínicas dentales son como los zoológicos o los planetariums: allí se ve de todo. Cuando los estudiantes de odontología salen de la facultad, lo hacen con la cabeza llena de ilusiones, los pulmones repletos de oxígeno, mariposas profesionales en el estómago y una melodía silbante en los labios. Sin embargo, la realidad no tarda en convertir sus al principio levitadores pies en dos bloques de hormigón armado. A esta realidad, la que explota los globos de nuestras ilusiones con un alfiler de pragmatismo, suele calificársela de triste («la triste realidad»), pero no tiene por qué ser así. Es más, a menudo es divertida. ¿Absurda? Puede. ¿Chocante? Desde luego. Pero también mordaz y entretenidísima.

7 situaciones delirantes que pueden pasar en las clínicas dentales

¿Quieres prepararte para conocer las situaciones más absurdas que pueden acontecer entre las cuatro paredes de las clínicas dentales?

1. Soluciones caseras

Muchos clientes llegan a la consulta con ideas rocambolescas en la cabeza. ¿Para qué vas a hacerme una limpieza dental si puedo enjuagarme los dientes con agua y limón?, por ejemplo. Este tipo de creencias mágicas y populares son difíciles de derribar. Los remedios milagrosos e improvisados se toman a menudo como sustitutivos de los tratamientos oficiales. ¿La consecuencia? En demasiadas ocasiones, un daño irreparable para la salud.

2. Regateos inesperados

Pese a que lo habitual es pasar un presupuesto previo antes de cualquier intervención, algunos pacientes se arrepienten de haber dado luz verde en el último momento. Esto puede ocasionas que la consulta se convierta en una suerte de mercadillo marroquí, con intentos reiterados por rebajar determinados precios.

3. Mascotas

Aunque parezca mentira, algunas personas no entienden que una clínica no es el lugar más indicado para llevarse a su perrito. Hay personas verdaderamente apegadas emocionalmente a sus mascotas, hasta el punto, algo delirante, de querer introducirlas en la sala como «consuelo» mientras les practican una endodoncia.

4. Preguntas incómodas

Algunos pacientes son tan hipocondríacos y se ponen tan nerviosos al visitar el dentista que se ponen a hacer preguntas sin parar. Algunos llegan a inquirir acerca de qué otros pacientes pasaron por la consulta esa misma mañana, en busca de alguna excusa para cancelar la visita de ese día. «Uy no, ¿soy el sexto? Hay demasiados gérmenes, mejor vengo otro día a primera hora.» Y los hay que, frente a los nervios, no pueden parar de hablar… ni siquiera mientras les realizan un tratamiento en la boca.

5. Padres sobreprotectores

Los niños más pequeños necesitan, en ocasiones, el refuerzo emocional de sus padres en la consulta. Pero la mayoría de las veces, éstos sólo ponen obstáculos para el correcto desarrollo de la actividad profesional. Son sobreprotectores y asustan a los niños con sus preguntas constantes y su suspicacia. Deshacerse (en sentido figurado) de esta clase de padres problemáticos con educación y empatía es a veces una hazaña.

6. Anécdotas bochornosas

Los pacientes que acuden al odontólogo como resultado de una pérdida dental suelen traer, a veces, anécdotas poco edificantes. Para realizar un tratamiento eficaz, es necesario conocer cómo se produjo el impacto, lo que nos lleva a realizar preguntas cuyas respuestas pasan por peleas, caídas vergonzosas o mordiscos imprudentes.

7. Trastorno psiquiátrico persecutorio

Una paranoia habitual de determinados enfermos mentales es la obsesión con los dientes. Es habitual que estos pacientes con manía persecutoria crean llevar instalados en la boca numerosos chips de carácter espía. No son pocas las clínicas dentales que han tenido que atender situaciones comprometidas de este tipo, que suelen acabar con la llamada a algún familiar para que lo recoja.